Hay días en los que te duele el estómago. Mucho. Hay días en los que no tienes ganas de nada y en los que tus problemas cotidianos, tu casa, el paro, tu falta de trabajo, tu lesión de oído, todo eso, pasa a un segundo plano. Son los días en los que pierdes a un ser querido, a un amigo. Como en este caso a Jesús Robles, uno de los dueños, junto a María Silveyro, de una de las mejores librerías de este país, Ocho y medio. Ayer, y hoy, y durante un tiempo, serán esos días.
Conocí a Jesús en un pase de prensa allá por el 2000. Yo trabajaba para un informativo de cine diario de la desaparecida Vía Digital. En una de las innumerables esperas para una entrevista –como decía Carmen Sevilla, la televisión es esperar–, tras un pase de prensa en los cines Acteón, se me acercó un tipo algo regordete, con perilla de cuatro días y un póster en la mano. Comenzamos a hablar de cine. Él sabía más que yo, muchísimo más. Conocía a actores, directores, guionistas, prácticamente a casi toda la profesión de nuestro cine. Cuando me dijo que era uno de los dueños de la que había sido librería de los cines Alphaville (actualmente Cines Golem de Madrid) esobozé una sonrisa. Recordaba cómo disfruté de ese lugar, de ese café empotrado –al igual que su librería– en mitad de unos cines exclusivamente para cinéfilos. Los Alphaville, para un recién llegado como yo a Madrid en 1995, eran un templo, una catedral. Y la librería de Jesús una de las capillas de esa iglesia. Razón más que suficiente para escuchar todo lo que él quisiese contarme.
Coincidimos varias veces, muchas veces más. Jesús aparecía con su rotulador para conseguir que directores y actores, inmersos en la promoción de sus películas, estampasen la firma en sus pósters. Los mismos que después Jesús y María –la otra media naranja de esta historia– colocaban con mimo en el escaparate de su tienda. Recuerdo también que un día, en una de esas esperas, Jesús me contó su idea de editorial. Hablamos de Plot, la otra empresa que se había dedicado en España a la edición de guiones. A mi me parecía emocionante y, como lector cinéfilo que soy, me entusiasmé. Pero también le dije que buscase una subvención porque lo de editar guiones tenía trazas de locura –bella locura, sí– y mucho de negocio ruinoso. Jesús no hizo caso y tiró. Y se arruinó, al menos es lo que me contaba sin perder la sonrisa de su cara. Y gracias a que él se arruinó, muchos hemos podido leer guiones que de otra forma jamás se hubiesen publicado.
Otro día, ya en su librería, buscando un regalo –porque amigos, Ocho y medio es el mejor sitio para encontrar un regalo, seas o no cinéfilo– me propuso transcribir en forma de libro unas conversaciones de guión, unas clases o charlas creo recordar entre autores cinéfilos, que tenía en mente. Doble locura, pensé: primero porque yo no había escrito un libro en mi puta vida; y segundo porque a quién coño le va a interesar lo que digan cuatro guionistas tarados, a parte de a otros tarados como Jesús y como yo. El proyecto quedó allí, aparcado, imagino que como tantos otros fruto de su incansable instinto o quizá ahogado por las deudas que la editorial producía a la librería. Sin embargo, Jesús, en la parte emocional, y María en la racional, siguieron allí. Lanzando proyectos, inciativas, llevando a gente a su librería-café para dar charlas sobre el cine y sus oficios, proyectando cortos, representando teatro y, en definitiva, dando vida y rienda suelta a todo lo que se le ocurría.
Por toda esa energía creativa, ese instinto y esas ganas de hacer cosas, por todo eso a lo que muchos llaman locura les hice en 2004 un reportaje para la revista con la que colaboraba en esas fechas, y por esa misma razón me interesó siempre mantener el contacto con ellos. Así que cuando hace dos años Jesús me dijo que quería gente para colaborar con blogs en su web le dije a pies juntillas, y sin rechistar, que sí, que lo que él quisiera y desinteresadamente. Porque Jesús no se merecía menos. En realidad, ahora mismo, que sé que un –puto– cáncer se lo ha llevado creo que sí, que los que nos movemos alrededor del mundo del cine hemos sido injustos con él, que se merecía mucho más, que tendríamos que haberle apoyado más y mejor, haber comprado el doble de libros, haber tomado el triple de cafés, y que sobre todo, debería seguir aquí, con nosotros. Pero como eso ya no tiene remedio, pido, como mínimo, que le recordemos como se merece, y en el último trago, nos vamos.
Adiós Jesús, hasta siempre.
(Nota: Texto publicado en el blog de Ocho y medio: «Adiós Jesús, hasta siempre)
Reportaje publicado en la Revista EVASIÓN nº 41, Marzo de 2005