Poco importa la disculpa con la que los productores han apostado por estirar en esta secuela la historia del agente retirado Frank Moses y su grupo de élite. Me refiero a la disculpa argumental, porque la otra está bien clara: la pasta, la taquilla.
La novela gráfica que sirvió de inspiración a la primera entrega de Red se diluye esta vez con una trama mucho más simple, y también más predecible, cimentada más en la mezcla entre comedia y acción que en el policiaco y el cine de espías: la búsqueda un dispositivo nuclear portátil desaparecido en la que tendrán que enfrentarse a un ejército de asesinos, terroristas y torpes oficiales del Gobierno enloquecidos por el poder.
El alemán Robert Schwentke ha dejado la dirección en manos de Dean Parisot, realizador habitual de series y tv movies, cuyo mayor éxito en la pantalla grande ha sido Héroes fuera de órbita (Galaxy Quest). Parisot, que dirigió su último largo, Dick y Jane, ladrones de risa, en 2005, regresa al cine con más intenciones que resultados en una película prácticamente de transición, producto exclusivamente concebido para el entretenimiento rápido.
Aún así, es difícil olvidar la refrescante presencia que supone ver –de nuevo– a un elenco de actores tan poco acostumbrados a compartir set de rodaje en un filme de acción, tales como Mary-Louise Parker, Helen Mirren, John Malkovich. A los que se les ha añadido un singular Anthony Hopkins.
Pero lo mejor de esta segunda entrega nos lo ofrece la parte femenina: Mary-Louise Parker, Catherine Zeta-Jones , y, por encima de ambas, una Helen Mirren descocada e ingeniosa que consigue llevarse el gato al agua con tan solo tres secuencias en las que la mezcla entre acción y comedia resulta prácticamente perfecta.
Un argumento bastante tontorrón para una película en la que un grupo de personajes de comedia pura se mueven como pez en el agua entre tiros y persecuciones, y en la que destacan por encima del resto las dos protagonistas del reparto.