«Gravity», angustia y emoción en la que puede ser mejor película del año

Es probable que para Alfonso Cuarón y para su hijo Jonás –co-guionista– haya un antes y un después de esta película. No quiero decir que la carrera anterior del director mejicano fuese menos válida o sus trabajos menos importantes. Pero es cierto que la contundencia con la que ha tratado las emociones en Gravity  y su brillante resultado serán difíciles de repetir. He dicho difíciles, no imposibles.

Y es que el riesgo del director, y por supuesto del guionista, ha sido doble. Primero por reducir los personajes de la historia hasta su mínima expresión. Segundo por regalar ese personaje central, casi único, a una actriz con un currículum tan abundante en comedias absurdas y taquilleras, una apuesta arriesgadísima, casi una locura. Por eso conviene aclarar antes de nada, que para Sandra Bullock también habrá un antes y un después de Gravity. Para ella y para los espectadores reticentes a sus múltiples muecas (entre los que me encuentro, o encontraba).

El trabajo de Cuarón ha sido investigar, junto a su protagonista, y centrarse en la parte emocional y personal, despojando a la historia de todo lo accesorio y superfluo. Es incuestionable que Gravity está resuelta con una enorme maestría técnica y que nunca el 3D estuvo mejor justificado. Pero como reconoce el propio director, «la tecnología no es más que una herramienta para la expresión fílmica», una herramienta de la que el cineasta debe servirse para condimentar una historia que, por si misma, ya debería emocionar.  Por eso sus referencias, explicadas por él mismo en Días de Cine, tienen más que ver con la parte emotiva que con el cine del espacio. Citaba, entre otras,  Duel (el primer trabajo de Steven Spielberg), Punto Límite: cero (de Richard Sarafian), El tren del infierno (de Andrei Konchalovskiy), y Un condenado a muerte se escapa (de Robert Bresson). Todos trabajos en los que lo importante es cómo el ser humano se enfrenta, prácticamente sólo, a la adversidad, a una adversidad que en Gravity es el espacio, pero que podría haber sido cualquier otra, en cualquier otro lugar. Por tanto, lo que importa no es el dónde: el espacio y un accidente son únicamente la anécdota, el detonante. Lo que al cineasta le interesa, y así nos lo transmite, es el cómo y el por qué.

No las menciona Cuarón, pero es imposible evitar el recuerdo de películas como Naúfrago o Buried.  Gravity comparte con ellos ese momento emocional de introspección en el que el ser humano debe enfrentarse, en solitario, a sus propios miedos, a sus fantasmas, a su pasado y también a su presente.

La carrera de Cuarón es en realidad un paseo por las emociones. Desde la adaptación, muy libre, de Grandes esperanzas, su magnífica comedia humana que fue Y tu mamá también, hasta la magnífica Hijos de los hombres, sin olvidarnos su aportación oscura y misteriosa a las películas de Harry Potter, Cuaron ha trabajado siempre como un explorador. Por eso, Gravity supone un climax –ojalá no el último– en esa búsqueda por narrar de forma sincera las emociones humanas.

No afectan a la historia, pero seguro que sí a la taquilla, la elección de dos estrellas como Sandra Bullock y George Clooney. Y es innegable que su presencia hará que la película llegue mucho más lejos. Se lo merece.

Por todo esto, y por mucho más, algunos pensamos desde ya, que Gravity es la película del año. O mucho más.


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