Blue Jasmine es el último trabajo estrenado de Woody Allen, una película con una protagonista absoluta, Jasmine –antes conocida como Jeanette–, una mujer que abandonó sus estudios de Antropología para ser la esposa de Hal, un tipo rico, ambicioso y miserable, uno de esos que tanto abundan hoy en los medios, capaz de sacarle el dinero a quién haga falta con tal de salvar su propio culo. Mientras Hal puede mantener un tren de vida digno del mismísimo Gatsby, la cosa funciona. Pero un día, todo ese mundo de joyas, lujos y riqueza se rompe, y con él, la estabilidad emocional de Jasmine.
Woody Allen ha optado por narrar su historia salpicándola de flashback progresivos, un juego entre presente y pasado poco recurrente en su cinematografía, pero que dado el poco interés que suscitan sus personajes, consigue crear cierto misterio. Es ese «¿cómo ha llegado esta mujer hasta aquí?» prácticamente lo único que puede mantener al espectador en su asiento durante media hora. Bueno eso y una Cate Blanchett pletórica, que recurre a lo mejor de su –amplio– repertorio para dar vida a esta atribulada y psicótica mujer.
Allen se ha desentendido en Blue Jasmine casi por completo de la comedia, reservándole un espacio reducido a un par de personajes y contadas situaciones. Visto así estamos ante un producto atípico en su cinematografía. Algo que, a priori, no parece preocupante. Busca –o al menos así lo parece– que el espectador viaje desde el odio visceral hasta la complicidad y comprensión de su personaje central. Pero a medida que avanza la película, la trama se estanca, la apatía se acentúa y nos importa muy poco lo que el futuro le depare a Jasmine.
Claro que todo esto es una visión subjetiva que no todo el mundo tiene que compartir. Y es que en el fondo, el mal cine de Woody Allen sigue conteniendo destellos de lucidez que lo hacen soportable. Aunque sería terrible, para algunos, reconocer que si en los créditos de director apareciese la firma de un tal Alan Smithee en lugar de la suya, nadie le habría prestado la más mínima atención a esta película. Salvo –insisto– por una magnífica interpretación de Cate Blanchett que quizá le valga un Oscar dentro de unos meses.
Y del resto del elenco, brillante es también el papel de hermana simple que ofrece Sally Hawkins, actriz británica que ya se llevó el Globo de Oro en 2009 por su trabajo en Happy-Go-Lucky. Como importante es destacar la presencia del archipremiado Javier Aguirresarobe, probablemente uno de nuestros mejores directores de fotografía quien, teniendo en cuenta las malas perspectivas en nuestro país y la falta de proyectos, hace años que cogió sus maletas y se mudó a Hollywood.
No es el Woody Allen de Match Point, ni el de Midgnight in Paris. Ni se le parece. Aún así, Blue Jasmine posee cierto magnetismo del que sus muchos y aguerridos fans no podrán escapar.
Trailer de Blue Jasmine, y artículo sobre Midnight in Paris.