La voz de Sam Shepard, novelista, dramaturgo y actor, arranca Agosto y nos traslada hasta la intensa vida de su familia: “La vida es muy larga. La frase es de T.S. Eliot, que no ha sido el primero que lo ha dicho ni el primero que lo ha pensado, pero se la atribuimos a él porque fue el primero que se molestó en escribirla”. Con este arranque pocos seríamos capaces de encuadrar Agosto dentro de la comedia, ni siquiera de la comedia negra, de la ácida, ni tan siquiera dentro de la tragicomedia. Que es lo que nos han pretendido vender su productora. Algo que ha llegado a cotas galácticas tras las nominaciones de Meryl Streep y Julia Roberts en los Globos de Oro a Mejor Actriz de Comedia o Musical, y Mejor Actriz Secundaria, también de Mejor Comedia o Musical. Una broma de muy mal gusto, una verdadera tragicomedia para una película cuyo punto de partida es el suicidio de un esposo incapaz de soportar un minuto más de vida junto a una desquiciante esposa enferma de cáncer.
Agosto, es, salvado ese escollo, un filme brillantemente resuelto, debido en gran medida a sustentar todo su apoyo en la obra de teatro homónima –ganadora de un Pulitzer– surgida de la mente de Tracy Letts. La película, como antes la obra, intenta desenredar los lazos de una familia de Oklahoma, una familia sustentada en mentiras, pero con un intenso deseo por quererse y amarse. Con algún que otro bache a mitad de la narración, la materia de la que se nutre la obra son los diálogos brillantes y las magníficas interpretaciones. De ellas, por supuesto, destaca, y mucho la de Meryl Streep, actriz que parece superarse una y otra vez y a la que no nos cansaremos de alabar. A distancia, Julia Roberts, también magnífica, y Margo Martindale. Porque Agosto es una película de mujeres, ellas son quienes han moldeado a esta gran familia americana y ellas son quienes se revelan como las auténticas protagonistas de la historia. El texto es brillante, las interpretaciones magníficas, y la película muy estimable.