Definitivamente George Clooney es humano. Lo sabemos porque, por primera vez, se ha equivocado. Tal vez no en la elección del material del que parte la historia de este grupo de «7 magníficos del arte», capitaneado por él mismo y cuya bondadosa intención no es otra que recuperar las obras de arte expoliadas por los nazis durante el final de la II Guerra Mundial. Tampoco en los actores, auténticas joyas como Bill Murray o Bob Balaban –su química en la pantalla es un salvavidas–, o Cate Blanchett, John Goodman, Jean Dujardin, Hugh Bonneville o Matt Damon, el resto de este paquete de estrellas. Pero sí en el resultado de The Monuments Man.
Su quinta película como director carece de esa mirada crítica y realista, apostando únicamente por el heroicismo pacífico e idealista de sus protagonistas. No hay zonas grises, n rastro de vileza o maldad que humanicen a este grupo de siete magníficos. Clooney prefiere apostarlo todo por una intriga de baja intensidad, lo que al final acaba contagiando a los personajes de un conformismo apático. Es entonces cuando la falta de empatía y el escaso interés se apoderan de la historia, de tal modo que, al final, sólo quedan un grupo de actores con buen oficio y algunos tics, capaces de resolver ciertas secuencias de manera eficiente, pero excesivamente previsible.
Ni siquiera las –evidentes– referencias al cine bélico clásico –Doce del patíbulo, Los cañones de Navarone–, al western –Los 7 magníficos– o a experiencias más recientes –Ocean’s Eleven, Malditos bastardos– consiguen acomodarse en un relato irregular.
Un producto de entretenimiento vespertino a mucha distancia de trabajos como Los idus de Marzo o Buenas noches y buena suerte. Quizá sólo sea un pequeño tropezón para un actor, director y productor al que, hasta ahora, le había funcionado el instinto para conseguir buenas historias.
Fíjate que a mí, ahora que veo lo vulnerable que es, me gusta mucho más.
La del vulnerable soy yo. Monty
Jajaja. Lo imaginaba. Gracias Monty.