Josh Boone dio un salto de gigante con su primera película, Un invierno en la playa, un debut extraordinariamente brillante para un joven director, que además se había encargado también del guión. Éxito y talento que algunos productores han sabido aprovechar encargándole la dirección de la adaptación al cine de la novela del videoblogger, crítico y también escritor John Greene. Un bombón de historia por su sabor dulce con resquemores amargos –no hay más que ver el trailer– escrita para conmover. Lo mejor es que lo consigue. Y la prueba es que la película se ha convertido en todo un taquillazo inesperado en Estados Unidos, alzándose con el primer lugar de la taquilla, sin despeinarse, o lo que es lo mismo sin recurrir a sonoras y encarecidas campañas de márketing. Es decir desbancando a Tom Cruise, Angelina Jolie y toda la Patrulla X al completo. La presencia de Shailene Woodley, protagonista de Divergente –y de esa joya llamada The Descendents– también ha puesto su granito de arena.
Lo dicho, guión escrito a la medida y necesidades del público, con las dosis justas de azúcar y un toque de limón, pero que funciona como un mecanismo de relojería. Y eso gustará o disgustará, pero tiene mucho mérito.