Pasional, brillante, genial, arrollador, meticuloso, único. Así era Miles Davis. Pero también paranoico, salvaje, adicto, inconsciente e inconstante. Un músico capaz de alcanzar la gloria inspirado por una mujer, Frances, pero cuya vida se puede convertir en un infierno sórdido, precisamente por la ausencia de su musa.
Y este es el retrato que ha elegido Don Cheadle, uno de los mejores actores contemporáneos a quién haber sido nominado a un Oscar al Mejor actor por Hotel Rwanda o haber ganado el Globo de Oro por su trabajo en la serie House of Lies le han servido de plataforma para volcar su creatividad, su tiempo y su dinero en proyectos personales cuyo resultado, por ahora, es más que positivo.
Miles Ahead es uno de ellos: un proyecto que desde hace años le quemaba en las manos al actor y que –a falta de productores y directores arriesgados– él mismo se ha encargado de co escribir –junto a Steven Baigelman–, producir, dirigir y protagonizar.
Cheadle ha elegido un pasaje casi anecdótico pero sin embargo fundamental para entender la compleja personalidad del músico. A mitad de los 70, acuciado por su falta de inspiración –la ausencia de Frances–, su adicción a las drogas y su enfermedad degenerativa de cadera, Miles Davis decidió atrincherarse en su piso de Nueva York. En la ficción de Cheadle, sólo la presencia de un reportero de la revista Rolling Stone es capaz de perturbar su presencia y despertar en él de nuevo sus ansias musicales.
Utilizando los flashbacks de forma ingeniosa para construir y deconstruir la imagen de un trompetista apasionado, enamorado y a la vez promiscuo, Don Cheadle apuesta además por un tono de cine cuasi negro con persecuciones, misterios y tiroteos que dotan a la película de un ambiente muy próximo al cine blaxploitation de los 70.
De su recomendable ópera prima como director el actor sale mucho más que airoso: Miles Ahead es una película inteligente, brillante, algo loca y entretenida. Prácticamente como el propio Davis.
Qué buena pinta tiene. ¡Saludos!