Pocos directores tienen la fortuna de debutar con una película tan potente, tan profundamente emotiva, capaz de concitar de forma casi unánime a crítica y público, utilizando para ello la historia real de Saroo Brierley, narrada por él mismo de forma autobiográfica en A Long Way Home (Un largo camino a casa).
Garth Davis, hasta director de un par de series de televisión, un corto y un documental, ha llegado hasta el mundo del cine como un bebé, con su pan bajo el brazo. Un pan con forma de película, Lion, con la que no ha parado de ganar premios. Entre ellos en Chicago , Denver o Toronto, amén de sus seis -recientes- nominaciones a los Oscar.
Director y guionista (Luke Davis) han dividido el periplo de Saroo en dos partes bien diferenciadas. En la primera -y durante casi una hora–, nos cuentan cuáles son las condiciones en las que sobreviven las pequeñas aldeas de la India, qué hacen para ganarse el pan, qué tipo de pan comen y cómo son las relaciones familiares. Además de profundizar en la situación de los niños perdidos -según las estadísticas 80 mil niños desaparecen cada año en el país–, de cómo las mafias, en connivencia con algunas autoridades, consiguen hacerse con ellos bien para venderlos a familias o alquilarlos para favores sexuales de pederastas. Ya se ha contado antes, pero no por ello lo que vemos en Lion nos parece menos terrible o menos denunciable.
La segunda parte, tras una elipsis de casi 20 años, se la reserva Davis para describir la búsqueda, obsesiva y enfermiza, que realiza Saroo hasta conseguir recuperar sus raíces. Es una parte narrativamente más rica, más entretenida, menos dolorosa, pero más emotiva, quizá también porque se anticipa el final de la historia. Y por supuesto porque el trabajo de Dev Patel, de Rooney Mara y de Nicole Kidman es impecable.
Son ya muchas razones para ver Lion. Que sin ser una gran película, al menos sí es una gran historia.
Una respuesta a “«Lion», emoción basada en hechos reales”