Puede que Moonlight no sea la mejor película del año, y puede que no sea la ganadora de los Oscar, a pesar de estar nominada en 8 categorías, entre ellas Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guión Adaptado. Y también es más que probable que no consiga la taquilla de La La Land, pero esta historia dirigida por Barry Jenkins basada en la obra In Moonlight Black Boys Look Blue de Tarell Alvin McCraney, ya ha traspasado fronteras y se ha convertido en una de las películas más mimadas de este 2017. Lo es por derecho propio, por la originalidad de la historia de la que parte: las vivencias de un niño adolescente, gay, negro, en el contexto de un guetto rodeado de abusadores en la escuela, traficantes de droga en su barrio y con una madre adicta. Lo es también por el punto de vista elegido: el del propio protagonista que sufre los abusos de algunos compañeros de colegio por su -presunta- homosexualidad subrepticia. Y también por la sensibilidad y el mimo con el que está realizada: desde la música de Nicholas Britell hasta la fotografía de James Laxton.
Pero sin duda, quizás lo mejor de Moonlight sea ese aroma a nuevo, a algo alejado del deja vu al que nos tiene tan acostumbrados el cine de Hollywood, a puntos de vista, conversaciones largas, planos intencionadamente estéticos y secuencias dilatadas y plagadas de los silencios -los que mantiene el protagonista- a través de los que fluye la historia.
Es cierto que esta opera prima de Barry Jenkins no emociona como Lion, ni arrastra, ni apasiona, pero sí mantiene muy bien el ritmo y cuenta lo que quiere contar, en poco tiempo, sin artificios y con un presupuesto más que ajustado.
Puede que no gane todos esos Oscar, pero eso no le restará valor a Moonlight, que se ha estrenado en España el 10 de febrero de 2017.