En 2002, Miguel Ángel Vivás era una jovencísima promesa –con 28 años y un corto, lo era– a quien se le había puesto en bandeja el bombón de dirigir su primer largometraje con un presupuesto poco habitual y con actores que, a pesar de su origen desigual, por aquel entonces contaban con cierto prestigio: Georges Corraface –precedido por su digno trabajo en la adaptación de La pasión turca de Vicente Aranda , unos cuantos años antes–, Ana Otero, Emilio Gutiérrez Caba, Ana Fernández y Alberto Jiménez. Fue el premio que concedió Antena 3 y Vía Digital por aquellos años al Mejor Guión (premio del que, por cierto, no hemos vuelto a saber) y cuyo resultado fue Reflejos, una historia con cierta inspiración en el cine de género, que quizá por ese navegar entre un batiburrillo de géneros –realismo, thriller, negro, cómic– acabó naufragando en medio de una trama irregular, pero que sin embargo estaba eficazmente dirigida y fotografiada. Han pasado 16 años y Vivás ha aprendido la lección. De hecho, varias lecciones. Las de la vida, y por supuesto, las que permite dirigir episodios de series como Apaches, Mar de plástico, y la más reciente y que mejores resultados le ha propiciado, La casa de papel. Con este bagaje, y tras un breve escarceo en Hollywood, llega a su quinto largometraje, sin duda su trabajo más sólido hasta la fecha, Tu hijo.
Hay en ella grandes dosis de sabiduría, de un cine sobrio, bien elaborado, gracias –también hay que decirlo– a un trabajo de guión previo de Alberto Marini, que con Mientras duermes ya dio muestras de dominar el lenguaje narrativo del suspense y el terror doméstico con sobrada solvencia. Destaca el enorme, el grandísimo trabajo de José Coronado, en el que sea –tal vez, a mi me lo parece– su mejor trabajo hasta la fecha, con permiso de Gigantes, la serie. Tu hijo es Coronado y Coronado es Tu hijo. Sin él no hay personaje, sin él no hay película. Con él, todo. La historia, un padre que se enfrenta a la tesitura de vengar, o no, la presumible muerte de su hijo, recuerda, lejanamente, a aquel grandísimo trabajo que nos ofrecieron, hace ya unos años, Benito Zambrano (director), Antonio Onetti (guionista) y Juan Diego (protagonista) en la miniserie Padre coraje, rodada, como esta, en Sevilla.
Vivás coloca la cámara en mano en la espalda de Coronado, de su personaje central, casi único. Lo que nos lleva a lo más profundo de su dolor. Pero siempre de forma sobria, sin grandilocuencia, con la sucinta meticulosidad del cine negro pero prescindiendo de todos sus artificios. Tu hijo no es prepotente. Los planos son fríos, casi nunca generales, siempre en corto, mostrando lo justo. Y sin músicas ni efectos que subrayen lo que no hace fala subrayar: el dolor y la moralidad de un padre. Todo esto funciona a la perfección hasta el último cuarto de hora, donde, por desgracia –y esta es una apreciación muy personal– lo que estaba perfectamente sugerido se vuelve –innecesariamente– explícito: ya intuimos, ya sabemos lo que ha pasado. Al espectador –al que escribe al menos– se le han ofrecido pistas más que de sobra para saber que no todo lo que reluce es oro. Y, de ese modo, lo que se nos presenta en forma de vídeo o de flashback no hace más que perturbar y empachar.
Pero aún con eso, Tu hijo sigue siendo un gran trabajo que avanza lo que un cineasta como Vivás es capaz de resolver con un material tan sensible y tan profundo, y con un elenco de actores tan brillantemente dirigido como el de la película. Ojalá Tu hijo tenga mucha más suerte que en su día tuvo Reflejos. Se la merece. Y por favor, otro Goya para Coronado, ¡ya!