Bardem y Berlanga: esa ingeniosa e infeliz pareja.

De padre y madre actores, e incluso su hermana (Pilar), Juan Antonio Bardem abandonó sus estudios de Ingeniero Agrónomo para ingresar en la primigenia escuela de cine, el IIEC. Allí conoció a Luis García Berlanga y, aunque las discusiones entre ambos han durado toda la vida, la unión de sus talentos, unas veces juntos y otras por separado, permitió que se llevasen a cabo algunas de las películas más interesantes de los años 50. Entre las que se encuentran Esa pareja feliz y ¡Bienvenido, Míster Marshall!.

Al contrario que Bardem, Berlanga había nacido en una familia burguesa valenciana a la que no le faltaba el dinero. Su abuelo había sido Gobernador Civil y su padre diputado del Frente Popular, ambos en tiempos de la República. Casi a la desesperada y para intentar conseguir un buen trato para su padre –detenido por el ejército nacional–, Berlanga se enroló en la División Azul y se marchó a luchar contra el ejército Rojo en Moscú. A su regresó comenzó a ejercer como periodista colaborando con el diario “Las Provincias”, pero enseguida se marchó a Madrid para estudiar en el IIEC. Allí coincidiría con otros espíritus inquietos, entre los que se encontraban Agustín Navarro, José García Maesso y por supuesto, Juan Antonio Bardem.

Esa pareja feliz es el tercer guión que los dos debutantes escribieron. Antes lo habían intentado con “Cerco de ira” y con “La huida” pero ninguna de las dos se formalizó como proyecto. La primera por cuestiones económicas, y la segunda porque no superó el listón de la censura. Sobre este tema, cuenta el propio Berlanga que en la historia de La huida, su protagonista escapa, al menos una vez, del cerco del Guardia Civil, y que la censura no podía tolerar esto, ya que según ellos “la Guardia Civil nunca fallaba”

El tercero, sin embargo se puso en marcha gracias al empeño de un grupo de jóvenes de la primera promoción de la escuela de cine (Instituto de Investigaciones y Estudios Cinematográficos, IIEC) que fueron quienes pusieron en marcha la productora I.C. Altamira. El rodaje, al menos al principio, fue un desastre. Primero por la impericia de los realizadores, estudiosos y técnicos aplicados, pero sin conocimientos reales sobre lo que era un rodaje. La co-dirección casi acaba convirtiéndoles a ellos dos en una “pareja infeliz”. Bardem se encargaba de los actores –provenía de familia de actores y se le presuponía el valor– y Berlanga de planificar el rodaje. Por fortuna para ambos, como reconoce Berlanga en sus memorias, contaron con un reparto de lujo: Fernando Fernán-Gómez, Elvira Quintillá y José Luis Ozores.

Esa pareja feliz abordará los temas avanzados por Surcos (J. A. Nieves Conde, 1951) como las duras condiciones urbanas y su entorno laboral, pero apostando por un tono de la tragicomedia costumbrista. La feliz pareja es la formada por Juan (Fernán Gómez) y Carmen (Elvira Quintillá). Los dos viven realquilados en una habitación de una corrala madrileña. Él trabaja de eléctrico en el cine mientras ella cose en su raquítico cuarto. Juan, que lleva toda su vida soñando con ser inventor, se queda sin trabajo.

Son muchos los que han creído ver influencias de Capra en esta historia. Sin embargo, y aunque los dos directores han reconocido su deuda, el cine de Bardem y sobre todo el de Berlanga, tienden más hacia la amargura y la tristeza. Es sin duda el sentido tragicómico de la película el que la aleja del cine de la época, dejando de lado en melodrama histórico y aproximándola a lo que un futuro será el cine de Berlanga. Porque aunque co-guionizada y co-dirigida, en la historia, al final vemos mas al valenciano que al madrileño.

Esa pareja feliz no pudo estrenarse a tiempo. No por la baja calificación de la película, como se dijo en su momento, sino porque los productores vendieron el permiso de doblaje para una película americana. Por fortuna, el éxito de la siguiente película de Berlanga permitió que Esa pareja feliz llegase hasta nuestros cines dos años después, en 1953.

Bienvenido Mister Cagada

El segundo proyecto de Berlanga y de Bardem como guionistas, tiene más que ver con los caprichos de un señorito enamorado de una tonadillera –Lolita Sevilla– que con la intención de poner en marcha una película. Esa y no otra es la razón de una película tan emblemática y significativa como ¡Bienvenido, Míster Marshall!. El propio Berlanga cuenta en sus memorias “como la chica al mirarse y hacer muecas ante el espejo por la mañana, no sabía bien si lo suyo era la tragedia o la chirigota, por lo cual, el prócer –Joaquín Reig– encargó al comunista –Ricardo Muñoz Suay– dos historias diferentes, a elegir. El comunista, a su vez, encargó a otro comunista –Bardem– y a un señorito de sombrero monárquico –Berlanga– la elaboración de las dos historias. Y la comedia gustó mucho más que el drama. Y decidieron hacer una comedia muy graciosa, con canciones de Valerio y Ochaíta, muy pegadizas”.

Así empezó un largo y tortuoso camino lleno de adversidades monetarias y enfrentamientos con la censura, que, por otro lado, agudizó el ingenio y las virtudes de ambos cineastas. Concluido el guión, Bardem prácticamente se desentendió y dejó a Berlanga sólo ante el peligro. El peligro era un equipo de rodaje capaz de hacer la vida imposible a su director. Son famosas las broncas con el director de fotografía y con el operador de cámara. Pero Berlanga estaba más empeñado que ellos y gracias a su tozudez –y al apoyo de algunos de sus actores– consiguió sacar adelante el proyecto. El rodaje se llevó a cabo en Guadalix de la Sierra y en él participaron muchos de los habitantes del pueblo, que por aquellos años se sacaron unos buenos sueldos. Uno de los aciertos del filme es sin duda un reparto seleccionado con mimo por el propio Berlanga. Y entre ellos destacan Manolo Morán y Pepe Isbert. Éste último se convirtió, durante el rodaje, en uno más del pueblo y cuentan que muchos días se mezclaba entre los habitantes para departir con ellos y relatarles los planos y las secuencias que se iban a rodar aquel día.

El resultado, a pesar del escepticismo de su director –quien finalizaba cada plano con el grito de “¡vaya cagada!”, razón por la que se le apodó Míster Cagada–, fue magnífico. Berlanga, con la ayuda inestimable de Bardem -y de aportaciones de Mihura–, construyó una fábula esperpéntica llena de rendijas por las que se atisbaba la crítica social. Y aunque la censura (o la economía, tal y como explicó años después su productor, Muñoz Suay) dejó fuera momentos importantes del guión –la famosa secuencia del sueño en la que la profesora se ve rodeada por un viril grupo de jugadores de rugby–, en ella se encuentra la esencia del cine berlanguiano, un retablo costumbrista en el que se daba un repaso a todos los estereotipos.

El argumento se resume en la historia de un pueblo, Villar del Río, que se convierte de la noche a la mañana en centro de un momento histórico único: la llegada de los americanos a España. Con la disculpa, su alcalde, aleccionado por el mánager de una cantante folclórica, intentarán lavar la cara a un pueblo de boina y arado, para convertirlo en un barrio típico andaluz, ya que en palabras del representante, esa es la visión que tienen los americanos de nuestra querida España.

Nadie en aquel momento podía imaginar lo que esa historia, forzadamente salpicada de canciones, iba a significar para nuestro cine: la película recibió el respaldo internacional vía Premio de la Crítica y una Mención Especial para el guión en el Festival de Cannes de 1953.
Por ahora, la película se puede disfrutar, completa en youtube:


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