De Marisol a Pepa Flores, pasando por uno de nuestros grandes mitos

Por encima de otros fenómenos musicales –Sara Montiel, Carmen Sevilla–, de otros niños prodigio –Pablito Calvo, Joselito–, de actores y cantantes, se encuentra Marisol (Málaga, 1948). Ella fue entre 1960 y 1968 nuestra mejor embajadora.

Le debemos su descubrimiento al productor Manuel J. Goyanes, que la vio, por televisión, cuando, la entonces niña, Marisol participaba junto al grupo de coros y danzas de su ciudad natal, Málaga. El empresario sabía lo que tenía entre manos y quizá por eso quiso que la familia firmase un contrato que la ataba, al menos durante diez años. El flechazo entre la radiante niña rubia –teñida– de ojos azules con una mezcla de voz flamenca y melodiosa, y el público fue instantáneo. En casi dos años, la pequeña actriz se hizo tan popular que su vida de ficción terminó desplazando a la real. Así, Pepa Flores –Josefa Flores, era su verdadero nombre– pasó a ser Marisol en su vida artística, personal y cinematográfica. Y Marisol se convirtió en un símbolo nacional: de niña humilde a estrella, pasando por la niña modelo, hija de todas las madres, nieta de todas las abuelas y novia de todos los niños y adolescentes.

La sonrisa de Marisol da la vuelta al mundo, y su desparpajo la lleva a actuar en programas de la televisión estadounidense, en uno de ellos junto a Groucho Marx. En España no pasó desapercibida para Franco, quien la reclamó más de una vez para cantar en sus fiestas. En poco tiempo Marisol dejó de ser una persona para convertirse casi en una marioneta, manejada por intereses económicos. Sólo hubo un acontecimiento más importante para la prensa del corazón de aquellos años –1969– que la boda de Marisol con el hijo de su productor: la separación de Pepa y Carlos Goyanes, tres años después. Alejada del mundo de los Goyanes, y enamorada del bailarín Antonio Gades, hizo lo que siempre quiso hacer, tener hijos –tuvo tres– y cuidar de su familia.

Poco a poco la niña adolescente dejó paso a una bella mujer, o lo que es lo mismo, Pepa Flores enterró por completo a Marisol. Algo que la revista Interviu corroboró publicando en portada un desnudo de la artista. Fue en 1976, y con esas fotos –y sin pretenderlo, ya que no cobró ni un duro por ellas– la actriz daba carpetazo a la dictadura para abrirse a la democracia. Espiritual y formalmente, ya que poco después hacía pública su militancia en el Partido Comunista y se casaba en Cuba, con Antonio Gades y con Fidel Castro de maestro de ceremonias.

Ya adulta, Pepa, intervendrá en siete películas más durante los años 70 y cuatro en los 80, pero apenas destacará ninguna de ellas, salvo sus colaboraciones en los semidocumentales de Carlos Saura  –“Bodas de sangre” (1981) y “Carmen” (1983)– y su interpretación, casi vocacional, de la heroína republicana “Mariana Pineda” (1985).

“Un rayo de luz” (1960)

Su primer trabajo será a las órdenes de Luis Lucía, director acostumbrado a trabajar con jóvenes talentos como Carmen Sevilla, Antonio Molina o Lola Flores. Como con Joselito, sólo hizo falta una película para que el fenómeno se disparase: “Un rayo de luz”.

La película nos muestra a la niña en estado puro. Marisol es la hija de Carlos, hijo de un noble italiano, y de Elena, una cantante de ópera. Él padre muere en un accidente de avión sin tiempo para contarle a su familia que se ha casado en secreto y que tiene una hija pequeña. Marisol será acogida por su abuelo, pero con la condición de renunciar a su ver a su madre. Poco a poco, el abuelo –el Conde D’Angelo– deja que en su aburrida y estricta vida entre ese rayo de luz que representa Marisol, y la niña termina conquistando su corazón y uniendo de nuevo a su familia. 

A “Un rayo de luz”, seguirán otras dos de corte y argumento similar: “Ha llegado un ángel” (1961) y “Tómbola” (1962). La protagonista se llama Marisol, una niña con una pequeña espinita en su corazón, pero capaz de conquistar con su simpatía y sus canciones a todos los que hasta ella se acercan.

En apenas dos años se pone en marcha una desconocida, entonces, industria del merchandising: se publican cromos, revistas y hasta recortables, con su nombre y su imagen, y Marisol se convierte en imprescindible en todas las televisiones del mundo, desde España, hasta América del Norte y del Sur, pasando por Japón y China.


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