«La cumbre escarlata», el mejor relato gótico-romántico de los últimos años

Guillermo del Toro ha demostrado de sobra que entiende de cine de terror, que maneja sus claves, que conoce sus entresijos y que además es capaz de dosificar acción, emoción y efectos especiales hasta conseguir el equilibrio perfecto. Su mejor obra hasta la fecha, El laberinto del fauno, y su magnífica adaptación del cómic Hellboy son mucho más que una carta de presentación. Quizá por eso La cumbre escarlata, Crimson Peak, es un paso más, uno muy importante, en su brillante carrera.

Escrita hace casi diez años, en 2006, tras finalizar El Laberinto, el guión es la plasmación de todos los conocimientos literarios y cinematográficos del director mejicano. Hay tantas influencias, todas positivas, todas perfectamente hilvanadas, que haría falta casi un tratado para describirlas todas. Pero si nos ceñimos a las más explícitas nos encontramos, por ejemplo, con el miedo y el suspense de The Innocents, de Jack Clayton, magnífica adaptación de Otra vuelta de tuerca, la novela de Henry James en la que también bebió, y casi se emborrachó, Alejandro Amenábar para construir Los otros. Por supuesto, la novela gótica de Allan Poe o la romántica de Emily Brontë: de ellas, y sobre todo de Jane Eyre y de Cumbres borrascosas, ha rescatado esa búsqueda del amor a toda a costa, por encima de un padre, de los amigos, de los fantasmas, por encima de todo. Imposible no ver ese toque a la Rebeca de Hitchcock en el personaje de Jessica Chastain, o incluso en su protagonista Mia Wasikowska. De igual modo que su protagonista masculino, pusilánime y vencido –Tom Hiddleston– recuerda al Montgomery Cliff de La heredera (otra vez William Wyler). Y por supuesto el entorno, en el que se superponen los espacios de The Haunting de Robert Wise y de Al final de la escalera de Peter Medak.

A todos esos elementos Del Toro le ha imprimido su sello personal para construir–quizá– su mejor película hasta la fecha: una historia gótica de amor, con fantasmas, porque sí, como en cualquier novela gótica-romántica que se precie, aquí también hay fantasmas. Y aunque dan miedo, no son los protagonistas.


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