Las películas de zombis corren peligro, no de extinción, sino de zombización: es decir de convertirse en una plaga de la que nos resulte imposible escapar. Y aunque se nos presenta con un halo que la aproxima a lo que podría ser la precuela de Soy leyenda, al final, Guerra Mundial Z no deja de ser una película más de zombis. Con la peculiaridad –maravillosa para productores ávidos de hacer caja– de que su protagonista es una estrella del calibre de Brad Pitt.
Y quizá pensando en amortizar esa presencia, sus responsables, han optado por prescindir prácticamente del resto del elenco para colocar a Pitt en todas las secuencias. Rodeado, únicamente, por una legión de zombis, unas veces reales y otra excesivamente digitalizados.
El autor de la novela homónima en la que se basa Guerra Mundial Z es Max Brooks –hijo de Mel Brooks y de Anne Bancroft–, guionista reconvertido en novelista paródico, género en el que se encuadra su primer acercamiento, Zombi-Guía de supervivencia.
Por desgracia, la distancia entre la novela y la película es enorme: donde la primera utiliza una serie de entrevistas a los supervivientes de un–supuesto– apocalipsis zombi; la segunda elige una narración clásica sobre el avance epidémico de los Z (así les llaman en la película a los infectados) dando un protagonismo absoluto a la estrella y a los zombis, tal y como ya hemos comentado, y desechando la presencia de actores del calibre de Mireille Enos, David Morse o James Badge Dale, entre otros.
Una pena que un director con oficio demostrado como Marc Forster –Monsters Ball, Más extraño que la ficción o Cometas en el cielo– haya sido incapaz de dotar de alma a una historia que muchos terminaremos recordando por un final muy Deus ex machina con publicidad de refresco incluida.
El resultado: una película de zombis irregular, con baches narrativos y en la que veremos –para deleite de sus fans– a Brad Pitt por encima de todas las cosas.
Una de las pocas secuencias en las que vemos a alguien más que a Brad Pitt.